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Estación del Tren - Casa del Ferrocarril
Estación de Tren – Casa del Ferrocarril Al entrar al andén despaciosamente se escuchan los gritos…… Los gritos de los recién llegados, los angustiosos lamentos de los que parten junto a los que se quedan, amores y desamores que se juntan o desunen, personal del ferrocarril en la carga y descarga de equipajes, en el llenado de los tanques de la locomotora y coches de agua, revisadores, relevo de guardas, empleados del correo y el Jefe de Estación… erguido, con sus botones brillosos, serio, casi de bronce, prendido a la cadena de la campana, único ejecutor de sus tonos de partida, imperturbable, reloj en mano… Todo es vida en el andén de la estación... El ferrocarril llegó a nuestra zona a comienzos del siglo XX y significó una gran transformación dando lugar a la fundación del pueblo y a la transformación del paisaje desplazando al monte del espinal nativo y ampliando los paisajes rurales que se incorporaban a la agricultura y a la ganadería. El estado tuvo su papel fundamental en la expansión de la frontera agrícola. La acción militar contra el aborigen terminó en una gran incorporación de tierras al sistema productivo. Además, fomentó la inmigración con una legislación sobre colonias, propaganda y beneficios para las personas o empresas colonizadoras. La Argentina se había convertido en el “granero del mundo”, y su producción agrícola había crecido en gran medida luego de la incorporación al proceso de colonización agrícola de las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba. De esta manera, la Argentina abastecía a gran parte del mercado mundial de alimentos. La expansión de la superficie cultivada se correspondió con la extensión de las líneas ferroviarias. La zona triguera siguió el eje marcado por la línea del ferrocarril central argentino, que unía las ciudades de Rosario y Córdoba. Los trenes corrieron por las pampas y surgieron poblaciones en cada una de las estaciones. La extensión de Cruz Alta a Córdoba del ramal anteriormente mencionado se realizó a comienzos del siglo XX. A orillas del mismo para formar parte de ese granero del mundo, surge en 1910, como tantos pueblos, Idiazábal. La construcción de los diversos edificios que componen la estación de ferrocarril comenzó aproximadamente en enero de 1909, por orden de la legislatura de Córdoba. Muy importantes, fueron las inversiones extranjeras que se dirigieron a obras de infraestructura, como por ejemplo la inversión de capitales ingleses en la expansión de la red vial. El ferrocarril trajo consigo, además, un tipo de arquitectura que fue un verdadero ejemplo de la revolución industrial del siglo XIX: construcción en serie, modular, nuevos materiales y diversos diseños de estaciones. Se importaron desde Inglaterra materiales inexistentes en nuestro país y se plantaron en nuestro paisaje como una aparición, que a más de un siglo nos sigue llamando la atención. Hablar de arquitectura ferroviaria es referimos no solo a la estación propiamente dicha, sino a un conjunto de edificaciones… estación, casas o casillas para empleados, tanque de agua, señalizaciones, etc. En la estación propiamente dicha, que fue restaurada, y allí funciona la Casa de la Cultura Municipal, vemos que está construida con el típico ladrillo visto. El edificio es alto, con techo a dos aguas y cabreadas a la vista. Se destaca además, su amplia galería con columnas de hierro fundido con ornamentos en la parte superior y un techo de chapa de escasa pendiente. En estaciones intermedias como la nuestra se incorporaron en el mismo edificio, por cuestiones de control de tráfico permanente, la vivienda del Jefe de Estación. En la estación vivía el Jefe del Ferrocarril, la última vez que fue habitada fue por la familia Smith. En la otra casa vivía el capataz, que (en los últimos tiempos) era Don Luján, el que mandaba todos los catangos. Entre ambas casa había unos galpones pequeños en los que vivían los empleados del ferrocarril (personal de vía o cuadrilla) que no eran de nuestro pueblo. Los catangos se encargan de la inspección periódica de la infraestructura, asegurando que el ferrocarril funcione en cada rincón de la red. “En la estación de Idiazábal, vemos el sector destinado a la boletería, los depósitos de valijas y paquetes, oficinas de administración, la sala de espera, y el baño en el exterior del edificio. Entre las construcciones aledañas vemos también una casa al oeste de la estación, a unos 250 metros siguiendo las vías donde residía el capataz de cuadrilla. Cercanos a esta casa estaban los bretes que contaban con una manga y un cargador para subir la hacienda a los trenes. Mi papá era Jefe de Estación y allí vivíamos… La casa principal del ferrocarril contaba con dos habitaciones, cocina, lavadero afuera y un patio… A la sala de expendios de boletos y telegrafía, se agregó luego la sala de espera…” (Testimonio oral de Viviana Schmidt de Fenoglio) Desde la adquisición del boleto de cartón, los apresuramientos de la despedida, la sensación placentera del recorrido y la ansiedad por llegar… Testigo de la historia, la estación de tren de Idiazábal… La mampostería, el cartel, el tanque de agua, la gruta de la virgen, los pisos, los galpones, las señales, son algunos de los elementos con los que el transeúnte se puede encontrar y hace más de un siglo se levantan como testimonio vivo de la importancia que tuvo el ferrocarril para nuestro pueblo. Suena imaginariamente la campana… la sensación de la partida y tras del tren el silencio del andén… Por la estación pasa la memoria de Idiazábal y de los tantos hombres y mujeres que, con esfuerzo, esperanza y trabajo construyeron nuestra identidad como pueblo.
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