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Manzotti Hnos

INTRODUCCIÓN

Las necesidades espirituales y materiales del hombre, condicionan y direccionan sus proyectos, acciones y construcciones. Con la fundación misma de Idiazábal en 1910, se puede decir que comenzaron a funcionar algunos talleres, proveedurías, los primeros maestros particulares y luego los  comercios, pequeñas industrias,  que daban respuestas a las necesidades de la incipiente población. Muchos de los cuales proveían también a los soldados y a las personas que habitaban el Campo la Remonta perteneciente al ejército. Así, fueron trayendo a estas tierras,  víveres, enseres, herramientas, ropa, combustible, semillas, animales domésticos, de laboreo y de tiro, carros,  e incluso educación y  medicinas.

Los comercios, se fueron consolidando y haciendo importantes; la mayoría de sus propietarios eran inmigrantes, que aportaron trabajo,  conocimientos, esperanza  y prosperaron en esta tierra.

Otros comerciantes fuertes, oriundos de diferentes lugares, llegaron atraídos por la fama que fue adquiriendo el pueblo ya que era centro de línea del Ferrocarril Central Argentino.  A pocos años de su fundación, se instalaron aquí, y también prosperaron. En el diario local Tribuna y en las impresiones regionales o  anuarios guía, quedan en el recuerdo varios de ellos,  que marcaron esa época y la historia de nuestro pueblo.

A  través de este trabajo rescatamos la historia de la Casa de Ramos Generales Manzotti Hermanos y rendimos homenaje a esta familia y a todos los pioneros porque emprendieron y trabajaron  en una época que imaginamos dura y difícil en donde todo estaba por hacer.

 

LA CASA MANZOTTI HERMANOS (1914-1960)

Hacia  1914  abría en Idiazábal esta importante casa de ramos Generales que tuvo una larga permanencia en nuestro pueblo.  Ubicada en la zona preferencial del pueblo, esquina de calle Córdoba y Avenida  San Martín, frente al cuadro de la estación los galpones y la Estación del ferrocarril, tuvo una destacada participación en el crecimiento comercial de Idiazábal.

Concentrándonos en los primeros años de historia de este almacén de ramos generales, se observa que creció hasta disponer de contactos en  Rosario y Buenos Aires, donde se realizaban las compras y otras diligencias y convertirse en representantes de grandes Compañías y Marcas. La Casa Manzotti contribuía a cubrir los diversos servicios financieros que demandaba el proceso de ocupación de estas tierras a principios de siglo  XX.

 

LOS MANZOTTI

La historia de los fundadores de Casa Manzotti Hermanos comienza con la llegada del matrimonio compuesto por Guillermo Manzotti (Guglielmo) y Ernesta Camnacio junto a tres hijos al puerto de Buenos Aires provenientes de Génova en el vapor Whashington, el  1 de noviembre de 1903.

Provenientes de Desio, una localidad italiana de la provincia de Monza y Brianza, región de Lombardía, vivieron por un tiempo en el Barrio de La Boca, en Buenos Aires.

La familia Manzotti llega a Idiazábal al poco tiempo de su fundación y cuando todo estaba por hacer,  con la intención de independizarse y consolidarse en las actividades comerciales. Con el apoyo de otros propietarios de almacenes de ramos generales, de proveedores y por contactos que ayudaron con capital y préstamos, pudieron realizar el sueño del comercio propio. Este sueño se inició con la inauguración de la Casa de Ramos Generales Manzotti Hermanos en noviembre de 1914.

Así lo refleja el diario local Tribuna en su edición especial del 9 de julio de 1927:

 

 

LA DISTRIBUCIÓN EDILICIA

Para  caracterizar los comercios de ramos generales, investigamos y recurrimos  a la memoria de nuestros abuelos. Y en base a los testimonios y a  los documentos históricos, poner de relieve el importante rol que este Almacén de Ramos Generales tuvo en la evolución de nuestra economía.

Es así que, tanto el aspecto edilicio, las instalaciones para su funcionamiento, como la gama de necesidades que debía satisfacer, y por lo mismo de las mercaderías que debía acopiar, fue durante varias décadas, un importante factor de progreso.

Manzotti Hermanos Ramos Generales, ocupaba un cuarto de manzana en una amplia construcción cuya fachada exterior era de ladrillos a la vista de gran grosor, aberturas altas  con puertas dobles y  amplios ventanales con rejas de hierro.

En su interior se destacaba el piso de pinotea y la tapa que daba entrada al sótano. Además del amplio salón de ventas y el sótano, había las salas de oficinas para la contabilidad y para quienes dirigían la empresa.

Había además,  estanterías de madera y hierro que cubrían todas las paredes, cajones, baúles donde se guardaban los productos a granel, elementos de fraccionamiento, mostradores de madera, balanzas, prensas y grandes vitrinas exhibidoras, entre otras cosas.

Allí se podían comprar: alimentos y productos sueltos, artículos de ferretería, talabartería, bazar, maquinarias agrícolas, materiales para la construcción, indumentaria, vigas, cristalería, librería, zapatería, armas, muebles, molinos de viento, tranqueras, bebederos, entre otros artículos.

Un amplio pasillo llevaba a un amplio patio donde había piezas y un tinglado, una especie de corralón donde se almacenaban gran cantidad de  artículos necesarios para las tareas del campo o de la construcción. Rodeaban el patio gran cantidad de postes arqueados con aros donde se ataban los caballos que tiraban sulkys, chatas y vagonetas de los clientes que iban en busca de la gran variedad de artículos de la que disponían.

El lugar de almacenamiento estaba en el predio del Ferrocarril.  Grandes galpones donde se acopiaba  el cereal en bolsas de 60 kilos, permitían la salida de los carros con la semilla para la siembra o la llegada  de los mismos cargados del cereal recién cosechado que provenía de la amplia colonia que rodeaba a nuestro pueblo.

 

EL CAPITAL HUMANO

La historia detrás de este comercio no sólo es un viaje al pasado, es un recordatorio de cómo solían ser las cosas en una época en la que la vida cotidiana se desenvolvía de manera más pausada y cercana.

Detrás de cada mostrador y de cada sección había un empleado, mientras que los dueños seguían de cerca el funcionamiento del negocio y la atención a los clientes. Cada empleado atendía su sección y podía asesorar sobre sus productos.

La atención personalizada y amable, fue la marca registrada de todos los comercios de Ramos Generales. Y también la esencia de Casa Manzotti y el espíritu de sus fundadores. Esos valores de conocer al cliente y la atención personalizada llevaba a que,  propietarios y empleados, se esforzaran  por atender las necesidades individuales de cada persona que cruzaba la puerta.

En un escrito de Hugo A. Martini encontramos los nombres de muchos de los empleados:

“En ese año Casa Manzotti tenía una veintena de empleados. El Gerente era Arturo Manzotti y había varios departamentos. En el Escritorio (Contabilidad, etc.) estaban los hermanos Vicente y Arsenio Murugarren, y Marcelo Torres. En el Almacén, Chicho Murugarren era el Encargado, secundado por Orlando Zenobi, Arturito Manzotti (sobrino del dueño) y Alfonso Romero. En la Ferretería Alberto Ciquiot. En la Tienda: Fermín Oliva (Encargado), Urrutia y el Raúl Albera. En el Depósito y Reparto de Mercadería Domingo Paulucci y Francisco Gentile. En la parte de cereal y galpones, Guillermo Zenobi (Padre), Otto Zenobi y Juan Carlos Cremonesi (también llamado “Alderete”). En la atención de las Cajas la Ñata Murugarren y Chichina Oliva. Encargado de la imagen y limpieza del local y de las tareas más sucias… quien escribe..(Hugo Ángel Martini)! Pido disculpas si me olvidé de alguno o si no consigné correctamente los nombres y apellidos.

Con el transcurso del tiempo, fui alcanzando la responsabilidad de otros trabajos en el y también hubo muchos cambios de personal. Así años después se agregaron, junto a mí, en el almacén: Rubén Bertello (Buby), Oscar Martini (Chiche), Jesús Parejo y Donato González. En la Tienda entró mi hermano Alcides Martini, Higinio Lucero y las hermanas Torres, Aurelia y Lidia Torres. Como Peón de Patio el “Indio” Heredia y Allende. Hubo también otras modificaciones posteriores. En la década de 1950 Arsenio Murugarren reemplazó al fallecido Arturo Manzotti y luego ocupó la Gerencia Antonio Agüero (El Zorro), al jubilarse el Sr. Alberto Chiquito ocupó su lugar el Sr. Arturo Manelli…”

También se suma a este recuerdo, el testimonio de Néstor Hoc: “Había muchos empleados y muy muchos clientes. Todos venían en sulky y vagoneta, y hacían las compras, porque había mucha gente en el campo…En el almacén, estaba el Señor Murugarren que era el encargado; Hugo Martini, Rubén Bertello, Parejo (unchico que trabajaba en el ferrocarril y jugaba al fútbol para Idiazábal) y yo que trabajé un corto tiempo y después pasé a la caja. En la caja estaba Chichina Oliva. En la tienda estaban Oliva, Alcides Martini y Girio Lucero. Después en la ferretería, estaba Arturo Manelli y de ayudantes Allende y Juan Carlos Cremonessi… En el patio Zenobi, Luis Menta y otros que no recuerdo en estos momentos…

En el escritorio, Osvaldo Malán, don Vicente Murugarren, Agüero, luego vino Héctor Manzotti (era hijo de los que fueron socios fundadores de la empresa) y yo…(Néstor Hoc)…”

 A través de los numerosos testimonios recibidos podemos agregar que diariamente se veía en las puertas de esta casa de comercio una cantidad numerosa de carros, sulkys y jardineras con que sus dueños llegaban allí, para comprar todos los artículos de primera necesidad, útiles y enseres para las tareas del campo, la construcción, la costura y los requerimientos de la vida diaria.

Los clientes se iban completamente satisfechos por el servicio especial de empleados con que contaba la casa. Correctos, esmerados, alegres, con semblantes sonrientes y siempre dispuestos a despachar con la mayor premura a la clientela ávida de que así sea.

 

HISTORIAS Y  ANÉCDOTAS (escrito de Hugo Ángel Martini)

“Casa Manzotti vendía mucho y de todo. La gente de campo compraba al por mayor. Algunos datos. Se vendían unas tres bordalezas (600 litros) de vino por día, varias bolsas de azúcar y otras tantas de harina de 20 kilos cada una, hormas de queso, café en grano y molido, fideos y yerba sueltos, lotes de varillas, calzoncillos y camisetas de frisa, botones y puntillas, flit y creolina, “Agua de Jane”, kerosene, nafta y gasoil, arados, rastras y sembradoras, cal y cemento portland, tripas saladas para embutidos, anchoas, muebles para la casa, artículos de bazar y vajilla, herrajes y piezas de ferretería, además de algunos artefactos novedosos y nunca vistos (e inservibles). Y como dice el tango “Cambalache”… la Biblia y el calefón.

       Eran muy esperadas anualmente las “Liquidaciones” porque, mediante afiches y volantes, se ponían a la venta un montón de productos de todo tipo y a muy bajo precio, y entonces los pasillos y mostradores de Casa Manzotti se llenaban de gente (hombres y mujeres) peleándose por los saldos y retazos. Venían desde las chacras en sulkis y carros, en Ford T los más pudientes y desde que se levantaba la persiana, hasta que se bajaba, se vendía todo hasta agotar la existencia de la mercancía.

Entre los recuerdos y vivencias, están las anécdotas. Muchas de ellas asentadas sobre hechos ciertos, en tanto hay otros de tradición oral que rozan con la fábula. Los que voy a contar están entre las primeras porque me tienen como testigo y/o porque fui protagonista de ellas. Todas tienen que ver con “personajes” de la calle o de Casa Manzotti. Allá van…

Había un señor, creo que se llamaba Francisco Caballero, que trabajaba en un tambo. Muy temprano llevaba los tarros de leche a la Cremería. Después pasaba por un boliche, se entonaba en copas e iba ala plaza del pueblo. Allí caminaba o marchaba con pasos militares, hacía la venia o saludo militar (1.2…1.2.) y cantaba el Himno Nacional. Luego se paraba en la esquina de Casa Manzotti, donde había una placa de bronce en homenaje al Gral. San Martín. Allí nuevamente hacía el saludo militar, pedía permiso al General y cantaba la Marcha de San Lorenzo.

Recuerdo con cariño a otro señor que, en serio o en broma, se jactaba de tener siempre lo mejor. De él me acuerdo que, cuando se compró una “Estanciera” (automotor muy requerido en el campo) decía que tenía la pintura tornasolada, cuando venía a la mañana al pueblo era de un color y cuando regresaba por la tarde a su chacra mostraba otro color. También  había fantasiosos y cuenteros y otros seres “especiales” que vienen a mi memoria con mucho afecto.

En Casa Manzotti también teníamos un “personaje” que alcanzó la talla de tal por dos razones. Primero porque convivíamos con él todas las horas laborales. Y segundo porque era nuestro “Encargado”, nuestro Jefe. Chicho Murugarren, que nos tenía cortitos y nos hacía laburar a destajo. Nuestras represalias no eran muy agresivas aunque tenían el carácter de “venganzas” con bromas subidas de tono. Y el buen hombre, cascarrabias y con mucho de inocencia, caía en nuestras trampas. He aquí algunas vivencias.

Chicho tenía, por sana costumbre, atender personalmente a algunos buenos clientes. Uno de ellos, el Toto Delamer, que también era amigo nuestro. Entonces, con el Buby Bertello, mi hermano Alcides y mi primo Chiche, buscamos siete artículos de almacén que estaban faltando en esos días y armamos una listita, que se la pasamos al Toto, nuestro cómplice, el día que vino a comprar.  Cuando entró Toto al Almacén, efusivamente Chicho se adelantó a atenderlo. Como era de práctica, al primer pedido de Toto (Un par de alpargatas del 7 marca “Rueda”), Chicho comenzó a redactar la factura y le pidió al Buby que le trajera la mercadería. No hay más Chicho, gritó el Buby, solo hay marca “Luna”… No hay “Rueda” hay “Luna” que son muy buenas… le explicó Chicho al Toto. No…! Tienen que ser  “Rueda” sino nada…  Está bien Toto… que le vamos a hacer…y tachó el renglón…¡Que otra cosa..? A ver… Dos cajas de Avena “Quaker”… Chicho escribió… dos cajas de… Buby, traeme dos paquetes de kilo de Avena “Quaker”…  Ayer se terminó Chicho, acotó Buby… Caramba..! Dijo Chicho… No hay… y tacho el segundo renglón… Garbanzos… Fideos… Porotos… No Chicho, dijo Toto haciéndose el enojado, si pido “Quaker” tiene que ser “Quaker”… Está bien… Está bien… Qué más Toto… Y así siguió la historia. A cada producto que solicitaba el Toto, el Buby o nosotros respondíamos… No hay más, se terminó… y Chicho verde de ira tachaba y meneaba la cabeza… nunca me pasó esto, te pido disculpas…… El Toto, como el primer actor de una comedia, se hacía el enojado y protestaba diciendo que Casa Manzotti era un boliche… Y se fue, dejando a Chicho solo y desconsolado, mientras nosotros nos mirábamos maliciosamente compungidos y procurando esconder las carcajadas..!

Otra. Chicho tenía una tos seca, nerviosa y reiterada. El decía que era un “escozor” en la garganta. Cuando llegaban los Viajantes Chicho, entre tosidos, les comentaba su problema. Uno de ellos le dio un remedio casero. Todos los días, entre las 10 y las 11 horas, debía comerse una naranja tibia. Chicho le creyó, al otro día trajo su naranja y la puso al sol, sobre una maceta, para calentarla. Chiche Martini (o también la “Vizcacha”), no pudo resistirse a la tentación y sin saber de quien era, se la comió. Cerca de las 11 horas Chicho fue a buscar su fruta y a pesar de sus intentos no la pudo encontrar. Llamó a todos los dependientes del Almacén preguntando por la naranja, pero nadie… nadie la había visto.  “La Vizcacha” también lo negaba con su cabeza, aunque por el olor que emanaba de sus manos y de sus labios, quedaba delatado. Detrás del mostrador nosotros nos desternillábamos de risa. Nadie volvió a comerle las naranjas pero tampoco Chicho se curó de la maldita tos nerviosa o del “escozor” como él le llamaba.

Y entre estos dos personajes, Chicho y Chiche, va mi última historia… Cuando Chiche entró a trabajar en el Almacén de Casa Manzotti, Chicho le enseñaba cómo atender a los clientes y registrar la venta. Recorrían la estantería de los productos sueltos y le decía… vendemos al peso,,, lo precios están al peso y por kilo… todo hay que pesarlo. Al debutar como vendedor, y ante el asombro y la bronca de Chicho que lo controlaba, Chiche había registrado en la factura: 3 Kg. de azúcar… 5 kg. de arina (incluido el error de ortografía)… 3 Kg. de fideos moñitos… y 200 grs. de alpargatas..!

En Casa Manzotti y rodeado de toda esa gente que ahora recuerdo con tanto cariño, pasaron los mejores años de mi juventud. Idiazábal entero, pueblo y campo, hombres, mujeres y niños pasaban frente a nosotros, y mientras nos hacían sus pedidos y despachábamos con “yapa” la mercadería solicitada, nos comentábamos cosas, compartíamos los nacimientos y las muertes. Los acontecimientos puntuales de la vida pueblerina, los chismes, las preocupaciones, los miedos, las tristezas y las alegrías. Conocí mucha gente. Reí y lloré con ellos. A algunos los vi crecer desde niños y a otros envejecer hasta su ausencia. Aprendí mucho de ellos y también traté de darles lo mejor de mí. En el trabajo, en los fines de semana y en la amistad perdurable…”

 

Y… MUCHOS RECUERDOS MÁS!!!

Han pasado muchos años desde que sus puertas cerraron definitivamente, pero Casa Manzotti fue un tema, motivo de charla con nuestros mayores, cargado de historia y de anécdotas en torno a nuestro lugar en el mundo.

Entre las numerosas historias nos cuentan que una de las tradiciones que mantuvieron intacta fue la de cerrar los sábados a la tarde y los domingos y dedicarse a la familia y a las instituciones de pueblo.

El fiado de las libretas se pagaba una vez al año, generalmente cuando se entregaba la cosecha.

La mercadería se vendía suelta o a granel, se envolvía en un estilo de papel madera que se ataban con hilo o se le hacía un repulgue a los costados y luego arriba. Y era infaltable la “yapa” que eran masitas, algunos caramelos o un poco más del peso solicitado, con la que chicos y grandes se iban contentos a sus casas.

Y entre risas Elba Córdoba y Feliza “Tata” Bizarri cuentan que cuando no se aprobaba algo o se quería mandar a  una persona lejos, en vez del “Andá Pa' Allá Bobo” de Messi, en Idiazábal se decía “Andá a pagar de Manzotti”…

 

 La Casa Manzotti fue una sociedad basada en lazos familiares y de amistad, fue sin duda uno de los más claros ejemplos de las múltiples funciones que cumplieron los almacenes de ramos generales en el proceso de desarrollo de la economía local, canalizando la producción de la zona al mercado, aprovisionando de insumos, alimentos y créditos a los productores y cubriendo las demandas de una población surgida en el proceso de incorporación de estas tierras a la economía nacional.


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