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Los Galpones del Ferrocarril

Los galpones del ferrocarril forman parte de la infraestructura de cada uno de los pueblos nacidos a la vera de las vías, para el almacenamiento de los diferentes cereales cosechados para la exportación y de todo lo que se enviaba al puerto: animales, aves de corral, lanas, plumas, cueros, etc. 

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Al principio del siglo XX, comienza la construcción de las vías férreas necesarias para transportar todo lo producido por la actividad agro exportadora.  La estación está ubicada en la mitad del recorrido que iba desde Cruz Alta hasta Rio Tercero. Los trenes, después de largas jornadas hacían un alto en el camino en nuestro pueblo. Acá se hacía recambio de personal y el abastecimiento de agua y leña para el funcionamiento de la máquina.  En el cuadro de la estación y como parte de las edificaciones ferroviarias, se construyeron dos galpones para que los acopiadores, agricultores y colonos pusieran a resguardo  toda la producción. Los galpones tenían una capacidad de almacenamiento extraordinaria para la época. Eran utilizados para almacenar cereales y todo lo producido en el campo y zonas aledañas.

El cereal se almacenaba en bolsas y la estiba era la forma de carga implementada para mejorar su distribución y la protección adecuada era en el interior del galpón.

En los galpones la tarea más importante era la estiba: desde trasladar las bolsas de los carros al galpón y acomodarlas allí para sacarlas luego y colocarlas en los vagones del ferrocarril. El trabajo se realizaba de la siguiente manera: 2 pulseadores colocaban sobre el hombro del hombreador la bolsa que pesaba entre 60 y 70 kilos, que luego era transportada hacia el interior recorriendo una distancia, para alcanzarla al estibador, que se encargaba de acomodar las bolsas de manera que las estibas se mantuvieran firmes. Cada estibador era abastecido por 4 ó 5 hombreadores, los que, una vez que la estiba alcanzaba cierta altura, debían subir por medio de un tablón inclinado (el burro). Siempre al trote, durante unas 10 horas diarias. El camino inverso se seguía al cargar los vagones.  En Idiazábal existía un sistema de descarga muy particular, los galpones tenían y conservan aún, unas puertas corredizas, y en las vías había unos desvíos que colocaban los vagones justo al lado de estas compuertas y el piso del galpón estaba a la altura del piso de los vagones. Esto facilitaba la tarea de la enorme cantidad de braceros que allí trabajaban.  Aparte de los cereales, en estos galpones, había lugar para el combustible de la locomotora. Además de los galpones,  de la estación propiamente dicha, de las casillas de los trabajadores ferroviarios, completaban el cuadro de la estación, en la parte oeste, los bretes y corrales para carga y descarga de hacienda.  La ganadería era el rubro con el que más trabajaba.  Arrieros y carreros acercaban desde los campos o de la importante feria que tenía Idiazábal, todo el ganado en pie. El mismo quedaba en el cuadro de la estación con agua y comida a la espera de la llegada de los vagones jaula del próximo tren de carga que llevaba los animales a los distintos lugares o a los puertos para exportar.

En el horizonte se escuchaba el silbato de un carguero y el mundo del galpón se aprontaban para la tarea. Los trenes de carga, pasaban dos o tres veces por semana,  según las épocas del año y los vagones partían cargados con ganado, cereales, cueros, aves de corral, cebo, plumas, huevos y todo los que las ciudades portuarias, las industrias y el mundo requerían.  El arribo del tren rodeaba de vida al galpón… Aparecían las chatas, así se denominaban a los carros de carga de cuatro ruedas con eje delantero articulado. Estos carros de carga servían a distintos propósitos, muchas de ellas dedicadas al servicio del transporte de mercaderías y productos de almacén y al transporte de granos embolsados. También acarreaban lana, leña y huesos y todo lo producido por la trabajadora y gran colonia que rodeaba a Idiazábal. 

Los primeros días de cada mes llegaba una máquina con un furgón con el dinero para abonar los sueldos. Este movimiento era lo más importante, dado que las empresas de acopio, de remates ferias y las  estancias importantes de la zona utilizaban el servicio. Los galpones del ferrocarril tienen memoria… nos recuerdan que nuestra Patria y nuestro pueblo se hicieron con trabajo, esfuerzo y sacrificios. 

Los galpones del ferrocarril resguardan en la memoria las huellas de cada habitante de nuestro suelo.


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